Adiós, Copa del Mundo

Mi desencanto como aficionado del futbol profesional aumenta todos los días y puedo reconocer, todos los días, que los motivos que me llevan a no desprenderme por completo de mi papel de aficionado guardan cada vez menor relación con la esencia del juego y más con tramas y trivialidades externas, por ejemplo, la competencia entre Cristiano y Messi y sus premios individuales. ¿Quién se va a retirar con más Balones de Oro en su mansión? No sé por qué, pero no me da igual (espero que sea Messi).

He tratado varias veces de expresar este desencanto de una manera clara y bien fundamentada, sin poder dar con la causa exacta y sin poder del todo dejar de ser un espectador y consumidor de noticias y contenidos de futbol profesional. A veces también de partidos.

Hoy, leyendo sobre un documental que relata un torneo de futbol para trabajadores que construyen estadios para el mundial de Catar 2022 y sus reprobables condiciones de vida, sentí de nuevo crecer este desencanto, esa voz que me dice que el futbol profesional, la FIFA y todo el negocio del futbol apesta y se aprovecha de las personas que viven en condiciones desfavorecidas, que viven en la pobreza extrema. Los trabajadores que preparan el mundial de Catar (y el de Sudáfrica y el de Brasil y probablemente el de Rusia) no lo hacen sin padecer injusticias sistemáticas auspiciadas por los millonarios portavoces del Fair Play. ¿Tengo evidencia de ello en mis manos? No, sólo una larga lista de artículos periodísticos que reiteran y confirman lo mismo: el mundial es un asco. Como decía un estimado profesor de periodismo en la universidad, en los medios los rumores suelen confirmarse.

La FIFA, las federaciones y mi propio equipo me hacen sentir enano, enanísimo. Me refiero a que nuestro papel como aficionados del futbol es muy limitado, a que no tenemos demasiada influencia, no sólo en el destino de las selecciones, en los manejos de los clubes que seguimos desde la infancia a los cuales les expresamos una devoción casi religiosa. Y en la imposibilidad como aficionados de exigirles cuentas más que apagando la tele, abandonando los estadios y boicoteando sus productos (renunciando a nuestro papel de aficicionados y asumiendo nuestro triste papel de consumidores, gracias). La FIFA, en particular, parece no rendir cuentas a nadie.

La virtud del futbol, quizás, es que el profesionalismo no es su única expresión. Podemos salir a la cancha a disputar partidos propios, podemos escribir sobre futbol y rescatar las bellísimas virtudes y expresiones humanas de este juego, podemos buscar otras ligas, ir a ver futbol amateur, ver clips de partidos de barrio en Facebook, qué sé yo. Apagar la tele no significa desertar al futbol que, en mi caso, está en mis primeros recuerdos, no sé si en una tribuna o en una cancha misma (de Pumitas).

Por ello es difícil alejarse. En los últimos dos mundiales han sido largas las listas de injusticias cometidas en su organización y aún así, fue imposible, llegada la hora, no ver el mundial. Porque el mundial es el mundial, y las ocasiones para ver a nuestra selección competir a ese nivel son escasas, cuatro partidos (no cinco, caray), cada cuatro años. En 37 años de vida he visto jugar a México en el Mundial 29 veces. Es decir, los días que despertamos y decimos, “hoy juega mi país en el mundial” son excepcionales y especiales, sin importar el desastre que haya antecedido en las eliminatorias y olvidados todos los corajes hechos en el camino. El día que inicia la fase de grupos se perdonan las deudas que nuestros representantes en la cancha tienen con nosotros y los pecados del comité organizador parecen evaporarse.

Porque un mundial es un mundial y cómo no lo voy a ver… llevo cuatro años esperando este día. Por fin rueda el balón el futbol vuelve a generar la ilusión de ser impoluto.

Por favor.

Hoy, viendo la situación de explotación e injusticia y la absoluta falta de derechos, ese gran mar rojo y negro que resguarda la isla FIFA, es el momento de hacer caso de la indignación y  el desencanto y cultivarlos porque en menos de un año saltará al campo la selección por treintava vez en mi vida a disputar un partido mundialista y jugará Messi y estarán Panamá e Islandia, que debutan, y el portero egipcio de 45 años… De aquí a junio será difícil mantener la invulnerable convicción que siento ahorita de no volver a ver un partido de futbol de Copa del Mundo mientras seamos nosotros quienes tengamos que elegir entre la complicidad y la justicia, y no la FIFA quien debe garantizar que somos partícipes de un juego limpio.

Adiós, Copa del Mundo.

@bdebuen

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